La salud cardiovascular depende de múltiples factores, siendo los más fundamentales la alimentación y la actividad física. Sin embargo, el factor genético también suele ser decisivo.

La actividad física es el hábito principal que se debe adquirir para mantener sano el corazón y combatir el sedentarismo. Realizar ejercicios tres días a la semana ayuda a fortalecerlo, disminuir la presión arterial y contribuir a las secreciones químicas en el organismo que añaden valor a la felicidad en el estado emocional de la persona. Caminar y trotar son de gran ayuda y es esencial tener presente sus efectos positivos.

La hipertensión, caracterizada por la alta presión de la sangre hacia las paredes de las arterias, tiene una estrecha relación con la alimentación. Comer con bajo contenido de sal es indispensable para controlarla, y reducir significativamente las grasas saturadas y las de origen animal es determinante. Ambos eventos permiten mantener en su nivel el colesterol bueno (HDL) y controlar los niveles de colesterol malo (LDL).

Los triglicéridos, otro tipo de grasas, afectan la circulación arterial y, por ende, disminuyen la irrigación de la sangre al cerebro, riñones y extremidades.

El cuidado de la glicemia, medida de concentración de glucosa libre en la sangre, suero o plasma sanguíneo, es determinante en la salud cardiovascular. Su alteración apunta hacia la aparición de la diabetes y al debilitamiento de los vasos sanguíneos, arterias y venas.

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